Llevo años de un duro infierno.
Este infierno ha ido empeorando progresivamente. Hasta convertirse en el infierno que hoy es, que rara vez me concede algún descanso.
Durante todos estos años (4? 5?, ya no lo recuerdo, ya no recuerdo cuándo fue la última vez que tuve dos? días seguidos de paz) he estado tomándome la medicación que me recetaba el médico. Antes de ayer tuve una crisis más aguda de lo normal. Llevaba además dos días en los que por la noche ya tardaba más de una hora en dormirme.
Ayer cuando me levanté me encontraba bien. Y como me encontraba bien, y la situación no era empeorable, es decir, no tenía perspecitvas de que el día siguiente fuera a ser mejor que los anteriores si me tomaba la pastilla, (invega 6 mg, un antipsicótico) decidí no tomármela.
Hoy, levantada con insomnio (igual que ayer y antes de ayer) a las 3 de la mañana me la he tomado.
No por nada. Sino porque estoy segura de que si comento o cuento a alguien que mi vida es un infierno interminable, en el que sólo tengo raros descansos (como ayer), es decir, si durante los días que vienen no me hubiera tomado la pastilla y le hubiese dicho a alguien que mi vida era un infierno, pongamos un médico de la seguridad social, o cualquier psiquiatra, éste se hubiera apresurado a afirmar que era cuestión de "la pastilla".También se hubiera apresurado a afirmar que mi resistencia a tomarme la medicación (no sé qué resistencia, llevo casi 20 años medicándome) era común en mi enfermedad, y no el resultado de una crisis enorme (medicada) continúada de meses y la resultante conclusión de que era muy difícil que las cosas empeoraran. Muy, pero que muy, difícil.Así que me la he tomado. ¿Qué otra opción me queda? Y continuaremos (puntualizo: yo continuaré) con el infierno. Pero, eso sí, con la pastilla.
jueves, 10 de mayo de 2012
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