Miguel
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| Tú, mejor que nadie, a tus alturas, | | |
| sabes que no, Miguel, sabes que no. | | |
| Mientras mordiste el ajo vivo | | |
| y la almendra amarga y las collejas, | | |
| y te agarraste a la esteva, y fue el silbido | | |
| tu palabra; mientras bañaste | | |
| en tus ojos la luz del campo, y no cubriste | | |
| sino con cáñamo tus pies, y acariciaste | | |
| tu libertad para ti mismo. | | |
| Mientras mordiste los ásperos limones | | |
| y el barro, Miguel, que era tu nombre, fue tu tierra, | | |
| y hablaste con silbidos los diálogos | | |
| de la tierra, la madre, fue en tus labios | | |
| fiel clavel de la tierra, la palabra.
José A. Muñoz Rojas. | | |